domingo, abril 12, 2009

Pluvius Aestivus

Son las 5.28 de la madrugada, mi cuerpo es noche y la lluvia que se desliza sobre tu cristal es mi llanto perdido que trata de hallar cobijo entre tus falanges. Colgando de un hilo temo irrumpir en vuestras prefabricadas existencias. Como un funambulista juego al equilibrio, hasta llegar al punto en que poco es demasiado y en que el silencio es ensordecedor. Entre mis manos una baraja de contradicciones, entre mis cabellos un mar de luces, y en mis entrañas confusión. No querer mezclarme, no querer adaptarme, sigo negándome la fugacidad del tiempo, sigo queriendo creer en lo increíble. Siguen pareciéndome utópicos mis pensamientos cuando no son más que burlescas copias de algún que otro yo. Y tratar de plasmar toda esta cascada de emociones extranjeras, y sentir que es en vano. Soy lluvia en época de verano; desplazada. O quizás y simplemente una narcisista más en un mundo de yoes. (Siento presión en las sienes, tú, deja de burlar mis recuerdos, conoces de sobras su tímidez. Es gracioso, por más que trato de fundirte en calor más te me apareces; y más frío, más oscuro, más cercano. Incluso desde el firmamento percibo tus pupilas ardientes que, temblorosas, cometen la osadía de buscar las mías. Pero hace tiempo que éstas dejaron de brillar, de sentir.) De latir. Son las 5.58 de la madrugada y no veo más que niebla. Niebla.