domingo, diciembre 13, 2009

Breathe



No tengo hambre.

domingo, diciembre 06, 2009

The Hill


Podría intentar entenderlo. Entender por qué te anhelo, por qué respiro. Podría alzar un interrogante sobre tu voz y hallar centenares de hipótesis que cobijaría entre mis falanges. No serían más que vacías conjeturas que fingirían Respuesta.
Perderme en tu cabello, reír junto a tus latidos, estrechar la cálida yema de tus dedos junto a mis labios – Inmensidad blanca, nieve encumbrando árboles interminables, montañas perforando el cielo. Respiro.
Suaves olas de calor sobre mi piel, tierno y estremecedor placer, aterciopelado arañazo – Agotadora calidez, arena bañando el cuerpo, perpetuo sol quemando miradas. Respiro.
Pupilas trémulas, despertar en tus palabras, dormir en tus pestañas, escuchar (te) – Infinidad negra, luces rezando a la Luna, gotas fruto de melancolía. Respiro.
No existe respuesta. Debes de ser aire; efímero, etéreo, invisible – pero al mismo tiempo tan tangible, tan presente, necesario. Quizás soy la hoja que se dejó llevar, aquella que decidió desprenderse de la rama y volar. Mi columna vertebral habrá encontrado la pluma que la sostiene, que no permite que se derrita, y desplome.
Respiro.
Respiro.
Respiro.

domingo, noviembre 22, 2009

Sábanas


NOVIEMBRE
tan amargo y tan dulce

miércoles, septiembre 16, 2009


Creo que he dejado
de ser.
Búscame
y cuando me halles
róbame
el alma.
No me sigas
no te pierdas
no me alcanzes
no te hundas
no me quieras
no dejes de
existir.
Sigo pidiendo a
gritos
que deje la
prohibición y
morderme los labios.
Labios.
Labios.
Labios.

Labios.

sábado, junio 27, 2009


La beauté est déchirante quand on a peur.

miércoles, junio 17, 2009

Irma

Life turns its back on us, how could you just agree?

I woke up today
To a world devoid of forests and trees
Drained of every ocean, every sea
Just like a useless brick upon the shore
The morning after the storm
That swept the bridge away
Relentless tide
No anger
Just this relentless time
That calls us all on

Pain Of Salvation



martes, mayo 26, 2009


Helena
(No dejes que llueva, ven conmigo y veamos salir el sol. Fumaremos en nuestro honor y volaremos. Volaremos alto y lejos, libres, viviremos y sentiremos. La Libertad sólo se halla si realmente la deseas, si la buscas. Tú y yo hemos encontrado nuestra propia Libertad, somos nuestra mútua vía de escape. Tus lágrimas son las mias, y mis risas tus carcajadas. Saltemos juntas hacía un mundo paralelo, ajeno a toda forma de realidad, sé que me seguirás - sabes que te seguiré. Escapemos, huyamos. Grítame cuando te quemes. )

domingo, abril 12, 2009

Pluvius Aestivus

Son las 5.28 de la madrugada, mi cuerpo es noche y la lluvia que se desliza sobre tu cristal es mi llanto perdido que trata de hallar cobijo entre tus falanges. Colgando de un hilo temo irrumpir en vuestras prefabricadas existencias. Como un funambulista juego al equilibrio, hasta llegar al punto en que poco es demasiado y en que el silencio es ensordecedor. Entre mis manos una baraja de contradicciones, entre mis cabellos un mar de luces, y en mis entrañas confusión. No querer mezclarme, no querer adaptarme, sigo negándome la fugacidad del tiempo, sigo queriendo creer en lo increíble. Siguen pareciéndome utópicos mis pensamientos cuando no son más que burlescas copias de algún que otro yo. Y tratar de plasmar toda esta cascada de emociones extranjeras, y sentir que es en vano. Soy lluvia en época de verano; desplazada. O quizás y simplemente una narcisista más en un mundo de yoes. (Siento presión en las sienes, tú, deja de burlar mis recuerdos, conoces de sobras su tímidez. Es gracioso, por más que trato de fundirte en calor más te me apareces; y más frío, más oscuro, más cercano. Incluso desde el firmamento percibo tus pupilas ardientes que, temblorosas, cometen la osadía de buscar las mías. Pero hace tiempo que éstas dejaron de brillar, de sentir.) De latir. Son las 5.58 de la madrugada y no veo más que niebla. Niebla.

lunes, marzo 23, 2009


No tiene sentido, no tienes sentido. A tu lado no soy más que una abeja adherida a tu piel como si de polen se tratara. Juntos creamos miel, dejamos que se deslizara por nuestras espaldas al son de mis caricias. Dejaste impregnados tus labios en los míos pensando que pronto alzarían el vuelo. Pero jamás lo hicieron, volar no siempre es tarea fácil, y esta miel que envuelve y encierra... ¿Cómo pretendías que me deshiciera de ella si apenas conseguía abrir las alas?. Te equivocaste de víctima, tejiste a la perfección una telaraña que ahora escupe sobre mis cabellos. Pero están trenzados sobre tu columna vertebral, son parte de ti y te empeñas en negar la evidencia. Desde luego, pecador, haces que la justa acabe remordiéndose las entrañas sobre nuestro viscoso tapiz. ¿Crees que no adiviné el as que tímido se escondía bajo tu manga?. Amor, por suntuosa que sea tu sonrisa y la ceguera que me causaba tu mirar, las palabras siempre ganan y traicionan.
Y yo, a mi gran pesar, siempre dejo que me ahoguen,
y me venzan.

miércoles, marzo 18, 2009

Cuestión de ovarios



Hoy, tras una apacible tarde entre ruedas y humo me disponía a volver a mi hogar por vía subterránea. Las gentes que circulaban dichos pasajes eran seres singulares, encorvados y con cara de pocos amigos pero, ya se sabe, una se acostumbra. Subí al vagón, terminé de leerme Phèdre y contemplé como desfilaban humanos y paradas hasta que llegó el momento de resurgir a la superficie. Y, señores, aquí es donde la normalidad (aquí en el sentido de costumbre) se turbó y me dejó más que de piedra, de roca, iceberg o menhir. Estaba yo alcanzando el último peldaño de la fatal escalera cuando un habitante del mundo con aire (pseudo)despistado se acercó a mi oído y susurró -abran bien los ojos- “Quiero tus ovarios, nena.”. Francamente no supe muy bien que pensar, ¿sería algún científico americano en busca de células madre? ¿un ginecólogo que vendió su alma a la Locura?. Bueno, esto lo escribo en este instante pero pensé algo parecido a “Joder, ¡qué coñazo estos salidos! Que busque piropos en la wikipedia, a ver si aprende”. Podría haberme parado y haber indagado sobre las razones de dichas palabras, o haberle contestado con alguna frase ingeniosa pero decidí ser sabia e ignorar puesto que es la mejor de las respuestas. A pesar de todo las cuatro palabrejas colmaron mi mente de incógnitas durante toda la cena, ¿de dónde habría sacado eso?. Ahora tras haber digerido veo las cosas con más objetividad y he dejado el incidente en el compartimento de mi memoria reservado a las cosas-poco-relevantes-pero-graciosas-de-recordar-y-explicar-a-tus-futuros-(no)hijos. Y la vida sigue.

martes, marzo 03, 2009

L u n e


La luna asomaba y yo me disponía a salir a comprar pan. Siempre fue tradición en mi familia ir a buscar una barra de pan antes de la hora de cenar. A pesar de ser pocos, mi madre y mis dos hermanos, la barra desaparecía cual nieve en los brazos del sol. A medida que la dama de plata se izaba sobre nuestras vidas y que su ilustrado señor huía de ellas, mi cuerpo iba dejando atrás toda tensión y tormento. Cuando era una niña, mi madre siempre me decía que no era hija suya que había realmente sido concebida por la noche, por el firmamento y que por ello aborrecía la luz solar. Siempre quise creer que así era. Ya alcanzaba el final de la calle, mis pasos resonaban sobre el pavimento cómo si rugiera al contacto de ellos. Al fin y al cabo, también lo que nos rodea tiene derecho a unas horas de descanso, aunque todos conocemos el egoísmo humano y la irrelevancia que le atribuye a las cosas que no se mueven con su fajo de billetes. La tierna luz de las farolas reflejaba mi sombra, distorsionaba mi cuerpo, desnudaba mi alma. Distraída, me perdí en mis percepciones cuando advertí que la panadera ya estaba a punto de marcharse. Se percató de mi presencia entre las tímidas estrellas y con un suave ademán me invitó a acercarme a ella. Estaba a apenas unos metros de ella y vi que sacaba algo que había escondido tras su espalda. “Pensé que ya no vendrías”, me dijo. “Toma, te guardé una barra por si acaso, aún está algo caliente.”. Esbocé una sonrisa y dejé que se perdiera en la infinidad del cielo. Ahora ya todo se había envuelto en la negrura y una suave brisa me envolvía en una dulce melodía que me acunaba cómo si de un niño se tratara. Cogí la punta de la barra y partí un trozo, siempre que iba a comprarlo no podía retenerme de mordisquearlo , era mi pequeño vicio, uno de esos placeres diarios que acaban por colmar nuestra vida de bienestar. Emprendí la vuelta casa, pensé que estarían muriéndose de hambre, desde luego las noches me pierden. A lo lejos reparé en una ligera sombra, apenas perceptible, uno de aquellos fantasmas de la noche que aparecen y desaparecen a su gusto. Pero algo me sorprendió; aquél fantasma mordisqueaba una barra de pan a la vez que el empíreo lo guiaba a través de un anochecer demasiado oscuro.

jueves, enero 29, 2009




A lo largo del paseo, árboles de luengos ramos se deshacían sobre los transeúntes, que tímidamente, danzaban sobre las fallecidas hojas que yacían sobre el suelo. El cielo parecía estar de luto, quizás alguna estrella había perecido hoy. En uno de los bancos, entre dos plátanos, un hombre fumaba. Su piel, pálida como las primeras nieves de invierno, contrastaba con aquella oscura noche y con sus ojos negros como el carbón. Sus pupilas reposaban sobre el caminar de la gente que jamás le vio, entre calada y calada, una sonrisa osaba mostrarse pero era al instante callada. Nunca supo discernir entre realidad y ficción, pero en aquel instante, el hombre sabia con certeza que aquello que contemplaba no era más que un espejismo fruto de sus exhaustos y lánguidos recuerdos.