Encerrado en el vientre de una mujer, escribes poemas que viajan en un susurro hasta mi órgano vital. Lo envuelven y acarician sus heridas al son de tus gritos ahogados por la presión atmosférica que ejerce sobre ti la placenta, que te asedia cada día más. Sumido a una astenia permanente, desearía poder desgarrar las entrañas de la hembra y estrecharte contra mi pecho mientras busco palabras de sosiego. Pero el tiempo me devora, a la vez que toda efímera posibilidad de sentir tu respiración junto a mi oído. Será que no debe ser, será que sólo nos unen palabras, será que somos agua y aceite.
Y no obstante yo ...